(Julio Cortázar. 1914-1984)
RAYUELA
Conozco el camino hacia el CIELO.
Dijo, la maga, cerrando los ojos.
Y
esa noche todos nos quedamos petrificados, como estatuas de sal.
Como desfilan las ánimas del
PURGATORIO.
Llovía en París, aguacero de absenta
y faroles
a media
luz que proyectaban sobre los adoquines figuras espectrales. Las
esquinas ululaban historias apócrifas
sobre los moradores de la bohemia.
Todas las sombras se dirigían en
tropel al INFIERNO,
pues era el camino más corto hacia el éxito. La
maga
quiso hacerle una visita a Jim, el
más bello y salvaje.
Père-Lachaise quedaba lejos de allí,
además, Jim aún
no había regresado de su último viaje a las
puertas de la percepción.
En ese momento
el mundo empequeñeció, y el argentino intentó perseguir
el sonido hiriente
de un saxo tenor que sonaba a lo lejos.
Los demás seguimos
a lo nuestro: embadurnar paredes,
romper
folios, beber la vida… Todos menos el ciego,
él jamás sería capaz
de atravesar la línea de sombra, de avanzar
un poco más allá.
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