miércoles, 15 de enero de 2014

EN LA LIBRERÍA


Me cuenta un amigo librero que el otro día entró por la puerta un cliente. Venía preguntando por el último libro del ex­-presidente que fue incapaz de ver la crisis. No le tengo, le dijo el librero, ese tipo de libros no me interesan. Pues usted que se lo pierde, le debió de contestar al librero o algo por el estilo. Al día siguiente llegó una nueva clienta preguntando por el segundo tomo de las memorias del ex presidente que no fue capaz de ver las armas de destrucción masivas en Irak.  No le tengo, le dijo el librero, es un tipo de libros que no trabajo. Pues debería de hacerlo, le dijo la clienta, que no están los tiempos como para desdeñar unos buenos ingresos. De paso se puso a curiosear por las estanterías buscando el libro de Belén Esteban, el best-seller de las Navidades. Allí estuvo la buena mujer diez minutos hasta que cayó en la cuenta de que si no tenía el libro de su genovés  preferido, menos tendría el de la princesa del pueblo. Y se fue. A los pocos días apareció un nuevo cliente. En esta ocasión venía preguntando por un libro donde se explicaba todo lo que queríamos saber pero temíamos preguntar sobre la gestación de la crisis. Nadie mejor que el ex ministro de economía del anterior gobierno para esclarecérnoslo, con información confidencial y cartas secretas guardadas en la manga. La contestación del librero fue la misma. Ni le tengo ni me interesa. Ya, le dijo el cliente un poco azorado, a mí tampoco es que me interese mucho, pero seguro que tiene algunas confesiones de interés para...  ¿Para quién? Le contestó secamente mi amigo librero, que no solía cortar a sus clientes y les dejaba hablar, la mejor manera de conocerlos y luego saber qué libro recomendar. Verá, le dijo el librero, ya un poco cansado de que su negocio se hubiera convertido en un lugar de peregrinación de ovejas descarriadas del rebaño, mientras yo esté regentando esta librería aquí solo entrarán libros de verdad, obras de la literatura, libros decentes que cualquier persona pueda leer, libros para entretener, para pasar el rato, para reír, para llorar, para que quien lo lea se sienta vivo y sea un poquito más sabio que cuando entró aquí. Y como da la casualidad de que nada de eso se cumple en esos libros que les escriben a ex presidentes, ex ministros o ex tertulianas, por eso ni me molesto en pedírselos al distribuidor. No los necesito, ni para vivir ni para aprender. ¿Queda claro?  Ahora, si quiere que le aconseje alguna lectura para estos días lo puedo hacer con mucho gusto, porque forma parte de mi negocio y de mi actividad.  Bueno, le debió de contestar el cliente, si se pone usted así... ¿qué me aconsejaría?

Y ahí fue cuando el librero empezó a ver el cielo abierto. Un cliente que quiere conocer las cosas por sí mismo, no las trolas que le van a contar unos estafadores. Y empezó a sacar de las estanterías un libro tras otro. Quiere crisis: aquí tiene “Democracia” de Pablo Gutierrez. Quiere burbujas inmobiliarias: “Crematorio” de Rafael Chirbes. Si quiere reírse un rato aquí tiene este: “Karoo” de Steve Tesich. Acción: “El misterio de la cripta embrujada” de Eduardo Mendoza. Si quiere desasosiego aquí tiene este “La carretera” de Cormac McCarthy. Si quiere leer cuentos: Gonzalo Calcedo. Poesía: Ángel Rodríguez. Ensayo: Juan Carlos Monedero. Si quiere un libro sobre perdedores: “El anarquista que se llamaba como yo” de Pablo Martín Sánchez... Epopeyas: “Herejes” de Leonardo Padura. Al final, mi amigo el librero le recomendó un libro auto-editado: “La República Independiente de San Nadie”, y de propina le obsequió al cliente con una confesión y un  consejo. Mire, le dijo al cliente, no se ofenda, pero estos impresentables que ahora vienen a contarnos todo lo que saben,  en su momento  intervinieron, por acción u omisión, en crear la situación que ahora todos padecemos. Y lo peor de todo es que una editorial muy influyente y poderosa les pague una fortuna por perpetrar estos mamotretos. Eso es la cuadratura del círculo, primero nos arruinan y después sacan tajada. Pues conmigo que no cuenten, si me tengo que arruinar lo haré yo solito, no con la ayuda de nadie, y menos de estos tipejos. La literatura es una de las pocas cosas libres que  quedan en este mundo. No la prostituyamos.  
El cliente se fue con el libro más contento que unas castañuelas y el librero quedó aún más. En cuanto a quien esto escribe, ni les cuento...

1 comentario:

  1. Qué original, José Carlos.

    Cada vez que me piden libros de ese corte me entra la risa floja, aunque generalmente no les digo nada si no me piden mi opinión. Otra cosa es que, como en el caso, insistan en su reivindicación con ideas peregrinas, entonces sí les digo lo que pienso.
    En cualquier caso soy de la opinión de que parte de la riqueza de los libros es que puedes acceder de forma clara y directa al pensamiento de otros y, por tanto, hay que atreverse.
    Bueno, yo siempre me quedaría con tu libro antes que con el de todos los expresidentes juntos. Y de las estebanes mejor ni hablar. De hecho tu libro es más interesante que la mayoría de bestsellers que van saliendo.

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