jueves, 20 de febrero de 2014

Forgesound - "Ay Suiza, patria querida" (1976)

SUIZA

En 1976 Forges ya nos advertía donde se encontraba el paraíso al que sólo los elegidos y poderosos podían acceder: SUIZA. 
La historia de los españoles y el país del reloj de cuco ha sido una especie de embudo mercantil de una complejidad pocas veces vista. Mientras los españolitos de a pie emigraban con la maleta y la boina en busca de fortuna y trabajaban de nieve a nieve para enviar el dinero ahorrado a la familia, los “brokers” de la patria se lo apandaban a estos sin necesidad de trenes ni recomendaciones para recolocarlo en alguna cuenta secreta del país del queso. 
Suiza, un país que limita la entrada de ciudadanos europeos pero que recibe sin pestañear todos los millones robados a esos ciudadanos sean o no europeos, que para el caso, como lo que se manejan son cifras y datos encriptados...
Suiza, el país neutral por excelencia, donde se reunían los banqueros para financiar armas y guerras. 
En 1976 (o sea, hace la friolera de 38 años) un tal Luis Eduardo Aute compuso esta letrita que cantó el mismo:

Ay Suiza, patria querida


Con las maletas bien repletas de pesetas
Vuelo a Laussane una vez a la semana
pequeñas sisas pa que viajen mis divisas
que siempre el capital es internacional
Ser patriota no es sinónimo de idiota
yo la bandera la llevo en la billetera
me da canguelo si me huelo algún revuelo
y me sienta fatal la reforma fiscal

Ay Suiza Patria Querida
Ay Suiza de mis amores
Yo tengo una cuenta en Suiza
con muchísimos millones
Vivan las cuentas en clave
la fuga de capital
el tráfico de divisas
viva la Suiza neutral
viva la Suiza neutral
refugio de mi chequera
viva la banca extranjera
con capital nacional


A mí el futuro no me deja sin un duro
lo que he afanado ya lo tengo bien guardado
si la tortilla da la vuelta no me pilla
con una mano alante y con la otra detrás
Yo tengo en Suiza una cuenta muy maciza
es la vacuna que protege mi fortuna
Teniendo pelas no me quedo yo a dos velas
Viva el país de "iras y nunca volverás"


Hoy, 38 años después el país alpino sigue estando de moda entre políticos, tesoreros, empresarios, banqueros...

Hay cosas en este país que no cambiarán nunca, y hay gente como Antonio Fraguas, el Forges, que seguirán contando esas cosas con humor  (y sin olvidarse nunca de Haití). 
Maestro, a este paso no te vas a jubilar nunca. Qué pena, porque en Suiza hay unas vistas maravillosas...

miércoles, 19 de febrero de 2014

The Clash - Spanish Bombs (+lista de reproducción)

The Clash - London Calling (+lista de reproducción)

¡CREETELO! PAGA UNO, LLÉVATE DOS

Eso rezaba una pegatina en el ángulo superior derecho de la foto en blanco y negro de Paul Simonon, donde este golpeaba con furia su bajo contra el suelo del escenario en una actuación en Nueva York.
Yo acababa de cumplir diecisiete años y me lo creí todo de un tirón. Dos por uno, la rabia del punk y la fuerza del rock. Cuando me hice con el disco y lo escuché a punto estuve de largarme a Londres a ver que se cocía allí. Sí, ya sé que el punk había dado sus últimas bocanadas, pero a mí no me iban mucho los Sex Pistols. Yo era más de Los Ramones. Aunque estaba abierto a cualquier sugerencia. En aquellos años los amigos valían para muchas cosas. Unas de ellas era intercambiar gustos. Miguel Ángel, el rubio, me presentó a Bowie. Yo le invité a pasear por las calles del barrio latino de Nueva York junto a Mink Deville. Otro me vino con Police, pero pinchó en hueso, pues tenía un as en la manga llamado Bruce Springsteen. El del río, ni más ni menos, otro doble histórico, tal vez el último. Cuando alguno me venía con los Madness o algo por el estilo yo ya andaba saltando con Specials y Elvis Costello. Siempre fui un poco por delante, porque en eso consiste el rock. Hasta que aparecieron en mi vida Strummer y los suyos. Las leyes de por entonces evitaron que conociera el Hammersmith y me emborrachara en el Soho. Pero no me arrepiento de no haber hecho aquel viaje. Tenía  a los Clash, sus canciones, su irresistible oferta de furia  y verdadero rock and roll. Durante algunos años fue mi biblia negra –ese título que al parecer barajó Joe para su obra maestra–, crecí con sus guitarrazos, sobreviví a varios apocalípsis aferrado a sus mensajes, tarareé sus canciones como si las absurdas leyes no llamaran nunca a las puertas de un Londres  asediado y rebelde.

London Calling to the faraway town, the war is declared and the battle come down... Aprendí todo el inglés que necesitaba en sus letras.  Los Clash no se conformaban con un solo disco, te ofrecían una tarde entera y completa de vida y de acción sin salir de casa. Brand new cadillac, ese rockabilly que te levantaba el ánimo hasta que las piernas empezaban a poseer vida propia. Jimmy Jazz, al que no sólo homenajearon Kortatu, pues bautizaron a un garito histórico de Medina con su nombre, Hateful, con ese ritmo a lo Bo Diddley, Spanish bombs, o cómo resumir la guerra civil española y la transición en un castellano macarrónico, The guns of Brixton, Death or glory, I´m not down... Hasta metieron una canción de propina que no aparecía en los créditos. London Calling, no se volvieron a hacer  discos así, entre otras cosas porque el tiempo pasó para todos, aunque haya cosas que se adelanten a ese tiempo que no pertenece a nadie y unos pocos tratan de apropiarse. Los guitarrazos en clave de morse del final de la canción pueden ser el mensaje secreto que escuchamos en estos tiempos, después de treinta y tantos años. Y la profecía de Strummer cuando canta con voz agónica que “Londres se está inundando, y yo vivo junto al río”. Precisamente ahora, en que todo o en parte es cierto, he vuelto a desenfundar el disco y he hecho ese viaje que nunca hice a Londres. No sé, me quedo con el Londres de los Clash, con 17 años uno quiere ir a muchos sitios, aunque es sólo después de muchos cumpleaños cuando te das cuenta de que esos sitios están dentro de ti. Como las canciones del London Calling. 

sábado, 8 de febrero de 2014

La hora del té


Cada tarde, a las cinco en punto, abro de par en par las puertas del salón y anuncio el inicio de la ceremonia.
¡Señores: La hora del té!
Acuden raudos mis demacrados amigos de infortunio: Rimbaud, Baudelaire, Poe, Valle-Inclán, Hamsun, Celine, Hemingway, Steinbeck, Kerouac, Sylvia Plath, Anais Nin, Carson McCullers, Boris Vian, Henry Miller, Kennedy O`Toole, Gil de Biedma, Carver, Bukowski, Bolaño...
Así paso la tarde, rodeado de dipsómanos y viciosos que han de purgar sus excesos encerrados en esta inexpugnable fortaleza.
Entonces, y una vez atendidas sus cirróticas majestades, me dispongo a escribir esta literatura simple y escueta, insulsa y banal, siempre bajo la supervisión de un buen trago de wisky irlandés.

Ese que me transportará algún día al fantasmal paraíso de los suicidas empedernidos.

lunes, 3 de febrero de 2014

Snow in San Ambrogio



Snow in San Anselmo
Van Morrison
(Hard nose the highway. 1974)
INVIERNO


Esta madrugada ha caído la primera nevada del invierno en La Ribera.
Los niños arrebañan la nieve de los coches mientras van al colegio.
Los parques se han cubierto de nieve esperando la llegada de algún pájaro que pose su levedad en un columpio y cante al frío y a la sorpresa.
El Duero discurre flanqueado de árboles tapizados del mismo material del que están hechos los ríos. Pero nada más diferente esta mañana que la nieve y el agua. Basta con fijarse en como todo fluye, incluso los copos de nieve que gravitan para desaparecer en el Duero.
Dentro de unas horas sólo permanecerá la nieve en las montañas.
Y las gotas en que se han deshecho navegaran rumbo a Portugal.
Allí también tienen invierno. Aunque una vez, en Andorra, conocí a un portugués que no había visto la nieve en su vida.
Y el día que la vio, no pudo por menos de arrebañar una buena bola para arrojarnosla por la espalda.

Como los niños que esta mañana han quitado la nieve de mi coche.