Sólo porque
tenía un negocio que me iba bastante bien y en el que daba trabajo a cualquiera
que lo solicitase.
Especialmente a mujeres, inmigrantes y jóvenes
recién licenciados.
Un día, en la sección de cartas al director, un
joven que se creía Einstein pero no era nada más que un vago que no quería
trabajar para mí, publicó una carta ofensiva.
Con las ganancias de los sueldos que no pagaba
compré el periódico local. De esa manera evité comentarios, rumores e infundios
periodísticos.
Aunque no pude evitar que en la radio provincial la
tuvieran tomada conmigo. Decían que estaba contaminando las aguas del río con
los vertidos ilegales de mi empresa.
Con el dinero que ahorré en filtros y depuradoras me
hice con la radio provincial.
De esta forma se dejaron de escuchar noticias
relacionadas con mis asuntos empresariales.
Hasta que en un informativo especial de la tele
regional emitieron un programa sobre las causas de mi éxito empresarial. Algún
avispado periodista decía cosas absurdas, como que recibía adjudicaciones, re-calificaciones,
ayudas y demás prebendas monetarias. No era del todo cierto.
Sólo eran intercambios fraternales que recibía de
los amigos a los que trataba bien en la prensa local y en la televisión provincial.
Y como personas educadas que eran, esos amigos sabían ser agradecidos.
Como prueba de su agradecimiento y amistad, de vez
en cuando me invitaban a sus fiestas, donde entre copa y copa de Dom Pérignon hacíamos
pequeñas operaciones financieras, más
que nada por divertirnos, sin ánimo de lucro, porque a todos nos gustaba jugar
al monopoly de pequeños y aquello era mucho más excitante.
Tan bien nos llevábamos que de vez en cuando me
concedían alguna suculenta subvención.
En vez de invertir el dinero de las subvenciones en
la seguridad y la modernidad de mis empresas, decidí hacerlo en adquirir la
tele regional.
Un día llegaron a mí rumores de que un político,
aburrido y resentido porque no le invitaban a ninguna fiesta, había manifestado en voz baja una opinión
despectiva sobre mis negocios.
Mi decisión fue fulminante. Con el poder de la tele
regional y gracias a mis contactos fraternales y a una bacanal un poco subida
de tono, conseguí hacerme con el control del partido político discordante.
Pero al resto de partidos les inquietó aquella
maniobra tan ladina y calculada y empezaron a circular difamaciones y
acusaciones sin mucho sentido. Ellos lo llamaban oposición constructiva.
Para mí que se estaban inmiscuyendo en asuntos que
no eran de su incumbencia.
Mi reacción fue echar mano de todas mis influencias,
mi dinero, mis amistades, mis medios de comunicación y así logré ganar las
elecciones con una ventaja aplastante sobre el resto de partidos.
Pero como aún había irresponsables que preferían
votar a otros partidos, una vez llegué al poder me fui haciendo poco a poco con
todo el país, con sus periódicos, los consejos de administración de sus
empresas, sus plataformas digitales, las acciones de todos los bancos, la
voluntad de sus jueces, la capacidad de pensar de sus mentes…
Cuando ya creía tener todo bajo control decidí retirarme una temporada y regresé a mi pueblo
natal.
Me entristeció comprobar que no quedaba ni rastro
del periódico local, ni de la radio provincial, ni de la televisión regional,
ni de la gente que había trabajado antiguamente en mis fábricas.
Todo y todos habían desaparecido hacía tiempo y los
pocos que quedaban fingían no conocerme.
Era deprimente encontrarse, después de tanto
trabajar e intrigar, con no tener nada ni nadie a quien eliminar.
Así fue como una noche de insomnio, la primera de mi
vida por cierto, me dio por empezar a criticarme a mí mismo.
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