jueves, 13 de agosto de 2015

EL CUARTO MUNDO (II)

–Si queremos subsistir en estas condiciones  tenemos que ser más listos y más fuertes que todos nuestros enemigos, que son muchos. No sirve de nada correr más que ellos. Estamos hartos de correr, de ver como nuestra familia enferma y se les hincha la barriga, cansados de no poder llevarnos nada a nuestros estómagos. Estamos hartos de que vengan hombres armados a llevarse nuestras piedras, nuestro gas, la riqueza de nuestra tierra, nuestras vidas...
El jefe, que ya no parecía el jefe, sino uno de aquellos agoreros que moraban en las últimas cabañas, prosiguió con determinación su perorata.
–Aquí no hay teléfono ni cobertura, las noticias no llegan, nadie ha visto jamás un hospital y nuestros hijos para ir a la escuela  tienen que hacerse todos los días veinte kilómetros de ida y veinte de vuelta. Pero a partir ahora seremos fuertes, nadie podrá con nosotros.
El jefe de la tribu se tomó un pequeño respiro. Hacía demasiado calor como para acalorarse tanto.
–¿Entendéis ahora donde estáis? ¿Sabéis lo que todo esto significa?
Después de decir esto el jefe se calló, dando paso a uno de esos silencios calculados que solo los jefes pueden permitirse. Entonces fue cuando Bermúdez, el de recursos humanos, empezó a cuchichear por lo bajo, el muy flojo.

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